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Lo demás es silencio.

El Danés Melancólico

Ser o no ser; ésa es la cuestión: si es más noble para el alma sufrir los tiros y flechazos de la insultante Fortuna o alzarse en armas contra un mar de agitaciones y, enfrentándose a ellas, darles fin: morir, dormir, no más. Y, con un sueño, decir que acabamos con todo el sufrimiento del corazón y los mil golpes naturales que son herencia de la carne. Ésa es una consumación piadosamente deseable. Morir, dormir; dormir, quizá soñar: sí, he ahí el tropiezo, pues ha de preocuparnos qué sueños pueden llegar en ese sueño de la muerte, cuando nos hayamos desenredado de este embrollo mortal. Ésta es la consideración que da tan larga vida a la calamidad; pues, ¿quién soportaría los latigazos y los insultos del tiempo, el agravio del opresor, la burla del orgulloso, los espasmos del amor despreciado, la tardanza de la justicia, la insolencia de los que mandan, y las patadas que recibe del indigno el mérito paciente, si él mismo no pudiera extender su documento liberatorio con un simple puñal? ¿Quién soportaría cargas, gruñendo y sudando bajo el peso de una vida fatigosa, si no temiese algo más allá de la muerte, el país sin descubrir, de cuyos confines ningún viajero regresa jamás, que desconcierta nuestra voluntad y nos hace soportar los males que tenemos antes que volar a otros de los que nada sabemos? Así, la conciencia nos hace cobardes a todos, y el colorido natural de la resolución queda debilitado por la pálida cobertura de la preocupación, y las empresas de gran profundidad y empuje desvían sus corrientes con tal consideración y pierden el nombre de acción... Pero, ¡silencio!...

Una nueva lección que Shakespeare pone en boca del atribulado Hamlet, en el monólogo más famoso de todos los tiempos. Emocionante...

1 comentario

vane -

esa versión es muy buena, pero lo siento, yo he aprendido otra, que me gusta más, jeje, algún día aprenderé la tuya..

Ahí va la versión que yo he aprendido:

Ser o no Ser, he ahí la cuestión. ¿Qué es más levantado para el espíritu: sufrir los golpes y los dardos de la insultante fortuna o tomar las armas contra un piélago de calamidades, y haciéndoles frente, acabar con ellas?

Morir...dormir, no más. ¡Y pensar que con un sueño, damos fin al pesar del corazón y los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la cerne! ¡He aquí, un término devotamente apetecible!

Morir..dormir..dormir! ¡Tal vez soñar! ¡sí! ¡Ahí está el problema! ¡Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos liberado del torbellino de la vida! ¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio!